Creo que me estoy revolviendo demasiado la cabeza sabiendo que no cambio nada con eso, pero ¿Cuál es la otra solución? Si estoy totalmente solo...
La tomé de la mano como si fuese ya parte de mi, me miraba con sus ojos negros, pero en parte cristalinos, que me hacían derrotar el sur de los espejos. Lo hermoso de su compañía fue el silencio, el saber que contaba con un calor sincero e incondicional, pero a la vez invisible y seco. Tierna mirada sin color alguno, mas que la profundidad de un alma en pena, un alma solitaria y extremadamente honesta consigo misma... ¿Qué digo? Segura de sí.
Mal o bien acompañado, sobre el cordón de la avenida, empapado hasta los pies, esperando que el siguiente auto que pasara, cruzara por algún charco y me salpicara entero en esa noche de lluvia, sentí su débil compañía. Se presentó ante mis ojos, encapuchada, vestida de gris y un lúgubre pero dulce negro, diciendo ser la mismísima soledad, incluso, pretendiendo estar por sobre la bien nombrada muerte en persona, comenzó a relatarme su historia, como si de eso dependiera mi noche.
Comenzó por contarme de donde venía, con estas palabras textuales: "Nací de la vida y la muerte, el puño y la espada, la oscuridad y la luz. ¿Sentiste ese deseo incalculable de un abrazo alguna vez?, ¿Ese vacío, que al parecer nunca supo ser? Ese es mi lugar."
Sin temor alguno, respondi en un tono de burla, algo bajo, que conocía cada sentimiento como a la palma de mi mano, La soledad, asintió con la cabeza firme, aunque dudosa de mi respuesta...
Yo, al parecer precisando ser mejor que ella, mire hacia adelante y comencé a observar el reflejo de las luces de la calle sobre los charcos de agua, hasta que vi su sombra sobre uno de ellos y cuando levante la mirada, su cara de inocente y sus ojos de oro negro estaban tornándose cada momento más horribles.
"Vine de la mejor manera" me dijo y casi de manera absurda, solté una risa, pero yo en el fondo sabia que su presencia no era motivo de risa, sino mas que nada de llanto. Sus ojos tomaron un color abstracto casi indescriptibles de manera objetiva, pero subjetivamente podría decir que era la mirada de la muerte, vacía y más oscura que cualquier cosa conocida por el hombre. Risita de maldad y por poco una Oz en su mano derecha, aclamo a los cuatro vientos que conocia un quinto, a los siete mares que había un octavo y a los cinco continentes que habia un sexto, pero no me importo demasiado, ya que no le estaba prestando mucha atención... hasta que me dijo a mi que habia un segundo yo.
Al momento de preguntarle quién o qué era, su sorpresiva respuesta me dejó totalmente paralizado y palido... "Esto".
Me dio a conocer una esfera de cristal sobre su mano, totalmente trizada, asegurando que era mi alma. Yo incredulo, desafie a La soledad, pero cuando dejó caer la esfera al suelo comencé a sentir frío...