Ya había visto aquella cara, una cara blanca, pálida, casi
transparente con una mirada penetrante, esos ojos blancos y esa boca, que, a pesar de estar sonriente parecía intentar
una mueca “seria” si es que la puedo llamar de algún modo.
Era un tipo alto y flaco, con el pelo negro y largo que le cubría un ojo, sus brazos tenían algo
en particular, bah, mejor dicho le faltaba algo en particular, las manos. Sus
dos brazos terminaban en la punta de las muñecas, cocidos, como si se las
hubieran cortado o comido.
Yo estaba sentado al fondo de un pasillo gris, por alguna razón
tenía un perro al lado, y veía la silueta de una persona, estaba del otro lado
del pasillo, en eso veo que la persona (Le vamos a poner nombre, le vamos a
decir el chico del sweater.) Venía hacia
mí caminando no my rápidamente y rengueando como si alguien le hubiese
disparado en la pierna.
Me levanté y camine hacia él, lo mire fijo a los ojos,
blancos, penetrantes, hipnóticos y… Raros.
Escuche su voz raspar en mis oídos, era una voz ronca, algo
parecida a la de mi papá pero con un tono más “gutural”, esta voz me decía “They
are waiting for you down there”, a lo que yo quede inmutado, no tengo palabras
suficientes ni las necesarias para describir ese momento, ya conocía esa frase,
en algún lugar la había escuchado.
Luego de unos incómodos, profundos y eternos segundos de
silencio decidí echarme hacia atrás, lo mire otra vez, baje la cabeza, di la
vuelta y camine hacia el otro lado.
El perro que estaba durmiendo al lado mío en ese momento se
paró me miro y empezó a ladrar hacia donde hacia unos segundos había estado
parado ese “fenómeno”.
Al otro día ya anocheciendo a eso de las 8 de la noche
caminando hacia mi casa, llego a una esquina, entro a un kiosco y pido una
gaseosa de 3 litros (esa noche nos íbamos a juntar con un par de amigos). Salí
del kiosco y veo en la esquina del frente a el mismo chico del sweater, esta
vez volteé y camine hacia la dirección opuesta, tenía algo de miedo, para qué
negarlo, ¿no?
Al girar en la otra esquina para volver a mi casa pero por
otro lugar no muy transitado, lo veo a él que venía corriendo hacia mí,
inmovilizado por el momento de tensión y miedo me dejo alcanzar y caer al
suelo, me atrapo con sus brazos y comenzó a arrancarme la piel, poco a poco,
sin compasión. Pude haberlo detenido si hubiese tenido la valentía pero creo
que no fui criado para pelear.
Desde ese día empezó a aparecer en mis sueños, un tipo alto,
pelo negro y largo, sin manos, ojos blancos y la boca cocida, ni una mueca de
miedo, ni sonriente, nada, solo un frio terror que ejercía autoridad en mi cuerpo,
con su sweater a rayas, grises y negras.
Ahora sí, ya conté mi historia y puedo dormir en paz. Espero
no haberte hecho gastar tu tiempo en un fenómeno que, espero, no aparezca en tu
sueños y mucho menos en la realidad, antes de dormir revisa bien toda tu habitación y tené cuidado cuando
vuelvas a tu casa al anochecer, que ese chico del sweater puede estar observándote.
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