jueves, 31 de enero de 2013

Lagrimas.

Según decían mis pinturas, mis obras valían, valían demasiado. Por lo contrario, yo solo pintaba para no llorar.
Mis paisajes eran algo... Extraños. Eran paisajes, oscuros, atardeceres, anocheceres lagos o bosques con lunas o varios planetas en el fondo. Pero había algo que no podía faltar en mis pinturas, ella.
Siempre había una mujer sentada en algún lugar de la imagen, a veces sentada bajo una cascada, otras sentada en el pasto y otras tan solo sentada, sentada en el aire, como volando.
Música remataba mis pinturas, resonaba en mis oídos y el pincel danzaba sobre el lienzo al compás de la batería.
Algún que otro día pintaba sobre las paredes de mi habitación y me hacía sentir... Libre. Las lagrimas que podía perder por aquella mujer de mis pinturas eran inimaginables, creí que nunca iba a escuchar el sonido de una lagrima derramada por culpa de aquella hermosa mujer.
Una imagen tétrica aterraba mi vista, aquella sombra, que en mi habitación petrificaba cada rayo de luz que caía desde mi ventana, los escondía ante mi y dejaba mi vista completamente ciega.
No había mas que hacer, anochecía afuera y no había corriente en casa, agarré mi atril e intenté dibujarla, con la poca luz que quedaba en casa, solo tenía pintura negra y lapices de dicho color en aquel momento, cuando terminé de pintarla me dormí.
Al despertar en mi atril había dibujada una mujer, sentada, pero... No era ella, o tal vez si, pero  estaba rara,  parecía triste, tenía algo en la cara, una lagrima.
A las dos horas mi novia llegó a mi casa y se dirigió a mi susurrando estas palabras "Ya no es lo mismo que en un principio, adiós...". Observé como su silueta desaparecía de a poco en la niebla y la primer lagrima nació de mi ojo, la siguió otra y otra, y al darme cuenta un río de lagrimas recorría mis mejillas y caía en el suelo con un sonido que torturaba mis oídos, voces lastimaban mis oídos, gritaban su nombre y susurraban el mio.
Creí que para desahogarme sería bueno pintar algo, venía bien en mi dibujo hasta que llegó el momento de dibujarla a ella, lo pensé dos veces antes de dibujarla y pasé el pensamiento por alto, en su lugar dibuje un río, que para mi simbolizaba aquellas lagrimas que perdí por aquella mujer.
Días y días sin dibujar, ninguna pintura era lo mismo sin aquella hermosura que adornaba y daba el toque final a mi obra, no merecía el lugar que me daba la gente si no la tenía a ella en mis pinturas, creía saber lo que era la felicidad e intenté pintarla.
Recuerdo que lo único que quería hacer mi pincel en ese momento era pintarla a ella, entonces opte por pintar a la tristeza.
Comencé con el lienzo y empecé a dibujar una puerta, luego de a poco una lúgubre niebla en las afueras de la puerta y termine con una mujer, esa mujer, la necesitaba.
Corrí a su casa y no estaba, frustrado por haberla perdido llegué a mi casa y sentada en mi patio estaba ella esperándome.
Cuando me vio se paró y corrió hacia mi, me abrazó y me susurró al oído "perdón, estuve mal, pensé y me dí cuenta que cada día te amo mas y mas...", la abrasé fuerte y... Otra vez surgieron de mi pequeñas gotas de agua cristalina, pero esta vez fue diferente, me gustaba ese lagrimeo, recordaba como era ser feliz otra vez y ellas callaron... Las lagrimas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario